Este blog refleja mis vivencias como maestra de baile desde hace mas de treinta años y algunas reflexiones a las que me ha llevado mi edad y mis experiencias personales.
Espero que estos textos os hagan pensar y que algunas personas los encuentren enriquecedores para su vida y su profesión.



sábado, 2 de abril de 2016

EL PAJARO LOCUELO


Este es uno de los cuentos que escribí hace unos años, en Octubre del 2012. Habla de la intolerancia, de como algunas personas tienen la mente tan cerrada, que rechazan todo lo que es diferente, espero que os guste.

 

EL PAJARO LOCUELO

Rosemary Cocchiglia Gambini

 

Cada mañana a lo lejos se oía un bello murmullo, por la lejanía no era fácil saber que clase de sonido era pero sonaba como el canto de una sirena.

Los habitantes de la aldea cada vez tenían mas curiosidad, habitualmente era un paraje tranquilo,  cerca del pueblecito se abría un desfiladero que les ofrecía unas vistas de cuento, en el fondo el intenso follaje del bosque parecía una gran alfombra verde que se teñía de colores con los cambios de estación. La paz y la tranquilidad era la tónica habitual de la vida cotidiana, hasta que una mañana, los vecinos se despertaron con un extraño cántico que les llegaba del bosque. Unos lo atribuían al viento, otros pensaron en algún alma, un fantasma retenido en el paraje que vagaba cantando cada amanecer.

La realidad era que nadie se había atrevido a bajar al bosque para comprobar que era ese sonido tan dulce y alegre. Las especulaciones eran infinitas, cada uno tenía su propia teoría, pero un poco por pereza y un poco por el miedo a esas historias que se contaban nadie quería ser el primero en dar el paso y saber la verdad.

Pitu, una pequeña niña de grandes ojos marrones y coletas rojizas, estaba fascinada por ese canto alegre que le venía a lo lejos, ella no tenía miedo a los fantasmas, su corta edad le daba ese toque de inconsciencia que la hacía ser atrevida y casi temeraria. Una mañana, se había despertado muy temprano, en el cielo todavía había estrellas y una inmensa luna llena que iluminaba el camino. Pitu miraba por la ventana esperando oír ese maravilloso sonido, pero cada vez estaba mas impaciente y de repente pensó, “Este es el día”, porque esperar si se podía acercar a ver de donde salía ese maravilloso cántico.

 
Dicho y hecho, no lo dudo, equipada con una pequeña mochila, en la que puso unos bizcochos, se encaminó hacia el horizonte.

El sendero que bajaba al barranco era escarpado, pero Pitu lo conocía muy bien, había jugado en él toda su corta vida, y a pesar de la oscuridad, lo bajó en un santiamén. Al final del sendero empezaba el bosque, era un entorno abrupto y frondoso que ella nunca se había atrevido a explorar. Las dudas asaltaron a la pequeña Pitu, que empezó a ver monstruos en cada sombra y dragones en cada rama. La niña estaba a punto de dar la vuelta y regresar a casa, cuando el sol asomó sobre los picos de las montañas, esos primeros rayos de luz parecían hacer huir a los dragones que se volvían bellas flores y ramas frondosas. De repente unas notas empezaron a sonar, era un silbido como si alguien tarareara algo, pero era alegre e irresistible. Los miedos de Pitu habían desaparecido y en su cabecita solo había esa idea, la de saber quien hacía esa música tan bonita.

Siguiendo la melodía la niña avanzaba entre las ramas, ya no había sendero pero eso no la frenaba, la melodía era cada vez mas fuerte e irresistible, un paso tras otro se iba acercando e ese precioso sonido hasta que detrás de unas matas pudo ver un claro, medio escondida se asomó, algo le decía que ese era el origen del sonido.



Los grandes ojos de Pitu se hicieron aun mas grandes, no podía creer lo que estaba viendo, el origen de esa bella canción era un gran pájaro. Un inmensa ave que saltaba y corría por el claro lanzando al aire unos sonidos, que repetidos por el eco, daban lugar a ese precioso cántico. En su plumaje se podían ver plumas azules, verdes, rojas y casi todos los colores del arco iris, una inmensa cola con largas plumas, le seguía dando un toque muy especial a sus movimientos, el saltaba a la pata coja como si jugara a la pídola y entrelazaba sus patas como un gran bailarín, sus movimientos eran erráticos y rítmicos giraba y saltaba, todo menos volar. El ave parecía feliz y esa felicidad era contagiosa, su conducta era muy rara, nada convencional y desde luego no era lo que se hubiese esperado de un pájaro, pero estaba claro que él no lo sabía y eso hacía que se sintiese bien, esa era su vida, no conocía ninguna otra, nadie le había dicho nunca que los pájaros no se comportan de ese modo.

La niña llevada por esa alegría salió de su escondite, quería unirse a la fiesta, pero su presencia consiguió el efecto contrario, el ave sorprendida se asustó, su cántico cesó de golpe y escapó entre la maleza. Pitu se sintió muy mal, ero como si le hubiese roto el plato favorito a su mama, no era lo que ella quería, desde luego, no le quería hacer ningún daño, solo quería ser su amiga. La niña compungida, sentía que debía hacer algo para que ese precioso ser supiese que ella era una amiga. Recordó los bizcochos que llevaba en la mochila, sería una ofrenda de paz, no sabía si los pájaros comen bizcochos, pero merecía la pena intentarlo.

Temerosa Pitu dejó uno de los panes en el centro de la explanada y se apartó. Unos minutos mas tarde notó como se acercaba alguien, llevado por el aroma de los dulces, el pájaro había regresado, los dos se miraban sin atreverse a hacer ningún movimiento, era una situación tensa, era evidente que ambos sentían curiosidad, pero con una tensa cautela que estaba desesperando a Pitu. La niña en un nuevo intento de acercamiento, empezó a tararear esa melodía que había escuchado tantas mañanas, tal vez ese era el idioma del ave, algo tan bonito no podía ser malo. El pájaro sorprendido se unió al cántico, sus patas empezaron a moverse y sin ser muy consciente de lo que hacía se acercó a la niña, algo en su interior le hizo confiar en ella, él sabía que no le haría daño y poco a poco, toda esa desconfianza inicial, se fue volviendo curiosidad.

Ese fue el comienzo de una gran amistad, Pitu cada día al amanecer, se acercaba al bosque a ver a su amigo con el que cantaba y bailaba despreocupada.

Tanto paseo de la niña, empezó a levantar habladurías en el pueblo, todos se preguntaban donde iría cada mañana y sobre todo, como sus padres no decían nada. Era una niña pequeña que cada día se alejaba sola, y si le pasaba algo.

Pitu había contado en casa su secreto, su familia la había acompañado al bosque y habían conocido a ese ser tan especial, ye eran muchos los que cada día se acercaban a la explanada para contagiarse de la energía de ese extraño ave que habían empezado a llamar “El pájaro Locuelo”, pero temían que las personas menos flexibles del pueblo, no entendieran la conducta de esa extraña ave. Un pájaro que en vez de volar salta, brinca y baila y en vez de piar, canta, es un bicho muy raro para cualquiera, que pasaría si esas personas intolerantes llegaban a saber de su existencia.
 

Los habitantes de la aldea se dividieron en dos bandos los que chismorreaban y hacían preguntas mordaces y los que, a escondidas, se unían al ave y danzaban felices todas las mañanas. Era un secreto a voces, cada día, una persona mas se unía a esa fiesta improvisada del bosque, todos eran personas de buen corazón y eso hacía que el pájaro locuelo les aceptara de buen grado, pero ya eran demasiados y mantener el secreto se hizo imposible.

La noticia llegó a oídos del alcalde, un hombre serio y poco amigo de fiestas. Uno se los vecinos, le había contado que en el bosque había un extraño personaje con una conducta mas que rara que rayaba la locura. No se si ese calificativo se puede aplicar a un ave, y menos a un ser feliz, que solo por tener una conducta diferente, llama la atención, pero esa palabra hizo que saltaran todas las alertas del pueblo. La gente ni siquiera sabía que estaban hablando de un pájaro solo sabían que había un loco en el pueblo. ¡Quien sabe que peligros les acechaban!, ¡Quien sabe si ese ser les traería la ruina!, el clamor popular iba en aumento, eran cuatro vecinas, cuatro urracas que solo querían malmeter, pero era suficiente para que el alcalde decidiera actuar.

¡Semejante criatura en su pueblo! Una de dos, o la tenía que prohibir o sacaría algún partido económico de esa situación, pero estaba claro que no se podía mantener al margen.

El alcalde reunió sus tropas, y a la mañana siguiente se encaminó al bosque, sabía donde buscar, bastaba con seguir la senda que tras semanas de idas y venidas por el bosque, se había abierto.

Cuando llegaron a la explanada y pudieron ver toda esa gente danzando y cantando entre carcajadas, el alcalde montó en cólera, eso era una bacanal en toda regla y en honor a la ley y a los buenos modales él lo debía impedir. Mandó que rodearan al grupo y que les apresaran a todos. Entre gritos y forcejeos todos los asistentes fueron apresados, hasta el pobre pájaro locuelo que al haber conocido a tantas personas buenas pensó que los guardias también lo eran y un poco llevado por la sorpresa, un poco por su incapacidad de volar, se vio enjaulado en la plaza del pueblo.

Tras el revuelo, las cosas volvieron a la normalidad en la aldea, bailar en el bosque no era ningún delito, por lo que los habitantes del pueblecito regresaron a sus casas sin problemas, pero el pájaro se quedaría enjaulado, un bicho tan raro no podía andar suelto, además sería un buen reclamo para que personas las aldeas cercanas vengan a visitar el pueblecito propietario de semejante prodigio.

El alcalde lo tenía todo claro, no consentiría rarezas en su municipio y ese bicho sería una buena fuente de ingresos.



Los amigos del ave habían protestado y se habían manifestado en contra de la decisión del alcalde, pero quien escucha a una niña y a unos raritos que iban a bailar con un pájaro al bosque. En el pueblo debía reinar la cordura y el alcalde haría que así fuese.

Pitu estaba muy triste, intentaba estar cerca de su amigo Locuelo, pero no la dejaban que se quedase con él y el pájaro cada día estaba mas triste. Ya no se oía ese cántico tan bonito, por las mañanas solo había silencio. Un silencio atronador que solo venía roto por el ruido de las máquinas que empezaban la faena diaria.

El ave nacida libre, no entendía como había llegado a ese horrible lugar, asfalto y barrotes en vez de plantas y naturaleza, eso le pasaba por haber confiado de esos seres a dos patas, que no entienden nada de nada. La pena se fue apoderando del pájaro locuelo, ya no quería comer, solo soñaba con esa libertad que había perdido.

Cada día alguien se ponía delante de la jaula y le gritaba cosas horribles que le hacían sentir mal. Nunca en su vida, se había planteado ser diferente, y además ¿diferente a que?, él era feliz siendo como era, nunca había echado de menos volar, hasta ese horrible día, en el que lo enjaularon. Esa no era vida para un pájaro cantor como él y además, no la quería vivir.

Todo el entorno se estaba contagiando de su pena, ese pájaro que un día llevó a la aldea tanta felicidad, con su energía y ese canto tan contagioso, ahora estaba transmitiendo todo lo contrario. No había ni un sonido, ni un gemido, pero ese silencio era suficiente para saber que las cosas no iban bien.

Poco a poco las plantas del lugar se iban secando, las cosechas no daban frutos y hasta el bosque, ese frondoso bosque lleno de flores se había vuelto un erial. Los niños no aprendían, porque solo pensaban en lo triste que estaría el pobre pájaro, y los adultos estaban desganados todo el día y descuidaban demasiado a menudo sus tareas. La aldea ya no era ese brillante lugar con gente hacendosa y feliz, solo era un pueblecito mas, con personas tristes que sobrevivían como podían.

Pitu ya no podía mas, tenía que hacer algo antes que su amigo el pájaro muriera de pena. Ya había intentado rescatar a su amigo, pero la habían pillado y le había caído una buena reprimenda, pero Pitu sabía que esa era la única solución. La primera en acercarse al ave había sido ella, si no hubiese sido tan curiosa nunca habrían descubierto a su amigo y no hubiese acabado entre rejas. La niña se atormentaba con esa idea y cada día vigilaba y vigilaba la jaula, con la esperanza de encontrar ese momento perfecto para llevar a cabo la fuga.

Una noche oscura, los guardias se habían dormido, ese era el momento, entonces o nunca. La pequeña niña se armó de valor y cortó las cuerdas que retenían al pájaro, el animal atónito ya no entendía nada pero estaba demasiado débil y no era capaz de andar. La niña no podía con ese inmenso pájaro, y por mas que tiraba de él, no conseguía que se moviera.

De repente, cuando menos lo esperaba, una mano la apartó, el corazón de Pitu dio un vuelco, la habían vuelto a pillar, cuando recobró el aliento miró a la jaula, esos humanos, amigos del pájaro Locuelo, que hasta entonces no habían tenido el valor de hacer nada, se habían unido a la niña, entre todos llevaron al pobre pájaro hasta el claro del bosque, le hicieron comer y poco a poco el animal fue recobrando sus fuerzas.

Locuelo estaba hecho un lío, ¿los humanos eran buenos o malos?, esos humanos parecían ser buena gente, pero y los otros, ¿ que les pasaba a los otros?, ¿Por qué se comportaban así?

Casi era de día y si las personas no querían ser descubiertos debían volver a la aldea y a sus tareas, estaba claro que, en cuanto descubriesen la jaula vacía todos esos defensores de la “Vida normal” pondrían el grito en el cielo e intentarían volver a capturar al pájaro Loquillo, pero sus amigos estaban firmemente decididos a impedirlo.

Cuando Loquillo se quedó solo en el bosque, se dirigió al antiguo roble, un anciano y sabio árbol, se podría decir que era el árbol mas viejo del lugar, y le planteó todas esas preguntas que le rondaban por la cabeza. El árbol con la sabiduría que dan los años, escucho todas las quejas de Loquillo.

El Roble asentía con paciencia y comprensión, cuando el pájaro por fin se callo, el roble meditó sus palabras y le dijo:

“Querido amigo, el mundo está lleno de seres de lo mas diferente, es el equilibrio cósmico, unos son buenos otros malos, unos altos otros bajos, unos tienen plumas otros pelos. Amar este mundo es aceptar esas diferencias, no siempre las entenderemos, pero debemos respetarlas. La mayor parte de los seres vivos del mundo, aceptan que otro pueda ser diferente, pero unos pocos, movidos por el miedo a lo desconocido, lo rechazan. Rechazan todo lo que no entienden, esas personas son las mas pobres del universo, su corazón carece de generosidad, y sus mentes son muy chiquititas, no seas como ellos y no los rechaces a priori. Esas personas tan cerradas solo nos deben dar pena, porque en sus vidas nunca sabrán lo que es imaginación, alegría, amor, amistad o felicidad, solo tendrán un vano espejismo de conceptos aprendidos, pero nunca se atreverán a experimentar la libertad que da ser diferente.”

Locuelo era un pájaro muy joven y, la verdad, no entendía muy bien esas palabras. El gran Roble era muy sabio y si lo había dicho sería cierto, pero que podía hacer un pajaruelo como él con ese consejo. ¿Se debía fiar, o no de los humanos?

Locuelo meditó y meditó, los humanos seguían bajando a verle, pero no todos conseguían acercarse a Locuelo, ese pájaro confiado y feliz, había aprendido el significado de la palabra “Precaución”, pero por desgracia, también la palabra “Desconfianza” y eso le tenía todavía mas confuso.

Locuelo había vuelto a su bosque, había vuelto a cantar y a bailar, volvía a ser feliz y poco a poco, esa energía había vuelto a toda la aldea.

El Alcalde y las cuatro Urracas, muy a pesar suyo, tenían a todo el pueblo en contra, y habían decidido aceptar que, desde que ese pajarraco se había marchado, todo iba mejor. Decirlo de esa manera, era mas fácil que admitir que estaban equivocados, pero la verdad era muy distinta.

Las gentes del pueblecito, y desde luego nuestra amiga Pitu, siguieron contagiándose de esa feliz locura que venía del bosque. Cada uno sacó sus propias conclusiones, pero lo que todos tenían claro, era que la vida era mejor de esa manera.

 
Pasaron los años, Locuelo ya no era un polluelo, no era ningún chaval, sus plumas ya no brillaban tanto, pero su canto seguía siendo hermoso. Nunca llegó a entender “lo de los humanos”, porque son tan diferentes unos de otros, pero lo que si sabía, es que había gente buena y que esos seres buenos, estaban camuflados entre la multitud.

Locuelo se había vuelto un pájaro mas sabio y mas cauteloso, pero lo que tenia claro, es que a él le gustaba ser como era, y si las personas decían que era diferente, pues entonces....
¡VIVA SER DIFERENTE!!!!!

 

Escrito por:  Rosemary Cocchiglia (Octubre 2012)