Este es uno de los cuentos que
escribí hace unos años, en Octubre del 2012. Habla de la intolerancia, de como
algunas personas tienen la mente tan cerrada, que rechazan todo lo que es
diferente, espero que os guste.
EL PAJARO LOCUELO
Rosemary Cocchiglia Gambini
Cada mañana a
lo lejos se oía un bello murmullo, por la lejanía no era fácil saber que clase
de sonido era pero sonaba como el canto de una sirena.
Los habitantes de la aldea cada
vez tenían mas curiosidad, habitualmente era un paraje tranquilo, cerca del pueblecito se abría un desfiladero
que les ofrecía unas vistas de cuento, en el fondo el intenso follaje del
bosque parecía una gran alfombra verde que se teñía de colores con los cambios
de estación. La paz y la tranquilidad era la tónica habitual de la vida
cotidiana, hasta que una mañana, los vecinos se despertaron con un extraño
cántico que les llegaba del bosque. Unos lo atribuían al viento, otros pensaron
en algún alma, un fantasma retenido en el paraje que vagaba cantando cada
amanecer.
La realidad era que nadie se
había atrevido a bajar al bosque para comprobar que era ese sonido tan dulce y
alegre. Las especulaciones eran infinitas, cada uno tenía su propia teoría,
pero un poco por pereza y un poco por el miedo a esas historias que se contaban
nadie quería ser el primero en dar el paso y saber la verdad.
Pitu, una pequeña niña de
grandes ojos marrones y coletas rojizas, estaba fascinada por ese canto alegre
que le venía a lo lejos, ella no tenía miedo a los fantasmas, su corta edad le
daba ese toque de inconsciencia que la hacía ser atrevida y casi temeraria. Una
mañana, se había despertado muy temprano, en el cielo todavía había estrellas y
una inmensa luna llena que iluminaba el camino. Pitu miraba por la ventana
esperando oír ese maravilloso sonido, pero cada vez estaba mas impaciente y de
repente pensó, “Este es el día”, porque esperar si se podía acercar a ver de
donde salía ese maravilloso cántico.
Dicho y hecho, no lo dudo,
equipada con una pequeña mochila, en la que puso unos bizcochos, se encaminó
hacia el horizonte.
El sendero que bajaba al
barranco era escarpado, pero Pitu lo conocía muy bien, había jugado en él toda
su corta vida, y a pesar de la oscuridad, lo bajó en un santiamén. Al final del
sendero empezaba el bosque, era un entorno abrupto y frondoso que ella nunca se
había atrevido a explorar. Las dudas asaltaron a la pequeña Pitu, que empezó a
ver monstruos en cada sombra y dragones en cada rama. La niña estaba a punto de
dar la vuelta y regresar a casa, cuando el sol asomó sobre los picos de las
montañas, esos primeros rayos de luz parecían hacer huir a los dragones que se
volvían bellas flores y ramas frondosas. De repente unas notas empezaron a
sonar, era un silbido como si alguien tarareara algo, pero era alegre e
irresistible. Los miedos de Pitu habían desaparecido y en su cabecita solo
había esa idea, la de saber quien hacía esa música tan bonita.
Siguiendo la melodía la niña
avanzaba entre las ramas, ya no había sendero pero eso no la frenaba, la
melodía era cada vez mas fuerte e irresistible, un paso tras otro se iba
acercando e ese precioso sonido hasta que detrás de unas matas pudo ver un
claro, medio escondida se asomó, algo le decía que ese era el origen del
sonido.
Los grandes ojos de Pitu se
hicieron aun mas grandes, no podía creer lo que estaba viendo, el origen de esa
bella canción era un gran pájaro. Un inmensa ave que saltaba y corría por el
claro lanzando al aire unos sonidos, que repetidos por el eco, daban lugar a
ese precioso cántico. En su plumaje se podían ver plumas azules, verdes, rojas
y casi todos los colores del arco iris, una inmensa cola con largas plumas, le
seguía dando un toque muy especial a sus movimientos, el saltaba a la pata coja
como si jugara a la pídola y entrelazaba sus patas como un gran bailarín, sus
movimientos eran erráticos y rítmicos giraba y saltaba, todo menos volar. El
ave parecía feliz y esa felicidad era contagiosa, su conducta era muy rara,
nada convencional y desde luego no era lo que se hubiese esperado de un pájaro,
pero estaba claro que él no lo sabía y eso hacía que se sintiese bien, esa era
su vida, no conocía ninguna otra, nadie le había dicho nunca que los pájaros no
se comportan de ese modo.
La niña llevada por esa alegría
salió de su escondite, quería unirse a la fiesta, pero su presencia consiguió
el efecto contrario, el ave sorprendida se asustó, su cántico cesó de golpe y
escapó entre la maleza. Pitu se sintió muy mal, ero como si le hubiese roto el
plato favorito a su mama, no era lo que ella quería, desde luego, no le quería
hacer ningún daño, solo quería ser su amiga. La niña compungida, sentía que
debía hacer algo para que ese precioso ser supiese que ella era una amiga.
Recordó los bizcochos que llevaba en la mochila, sería una ofrenda de paz, no
sabía si los pájaros comen bizcochos, pero merecía la pena intentarlo.
Temerosa Pitu dejó uno de los
panes en el centro de la explanada y se apartó. Unos minutos mas tarde notó
como se acercaba alguien, llevado por el aroma de los dulces, el pájaro había
regresado, los dos se miraban sin atreverse a hacer ningún movimiento, era una
situación tensa, era evidente que ambos sentían curiosidad, pero con una tensa
cautela que estaba desesperando a Pitu. La niña en un nuevo intento de
acercamiento, empezó a tararear esa melodía que había escuchado tantas mañanas,
tal vez ese era el idioma del ave, algo tan bonito no podía ser malo. El pájaro
sorprendido se unió al cántico, sus patas empezaron a moverse y sin ser muy
consciente de lo que hacía se acercó a la niña, algo en su interior le hizo
confiar en ella, él sabía que no le haría daño y poco a poco, toda esa
desconfianza inicial, se fue volviendo curiosidad.
Ese fue el comienzo de una gran
amistad, Pitu cada día al amanecer, se acercaba al bosque a ver a su amigo con
el que cantaba y bailaba despreocupada.
Tanto paseo de la niña, empezó a
levantar habladurías en el pueblo, todos se preguntaban donde iría cada mañana
y sobre todo, como sus padres no decían nada. Era una niña pequeña que cada día
se alejaba sola, y si le pasaba algo.
Pitu había contado en casa su
secreto, su familia la había acompañado al bosque y habían conocido a ese ser
tan especial, ye eran muchos los que cada día se acercaban a la explanada para
contagiarse de la energía de ese extraño ave que habían empezado a llamar “El
pájaro Locuelo”, pero temían que las personas menos flexibles del pueblo, no
entendieran la conducta de esa extraña ave. Un pájaro que en vez de volar
salta, brinca y baila y en vez de piar, canta, es un bicho muy raro para
cualquiera, que pasaría si esas personas intolerantes llegaban a saber de su
existencia.
Los habitantes de la aldea se
dividieron en dos bandos los que chismorreaban y hacían preguntas mordaces y
los que, a escondidas, se unían al ave y danzaban felices todas las mañanas.
Era un secreto a voces, cada día, una persona mas se unía a esa fiesta
improvisada del bosque, todos eran personas de buen corazón y eso hacía que el
pájaro locuelo les aceptara de buen grado, pero ya eran demasiados y mantener
el secreto se hizo imposible.
La noticia llegó a oídos del
alcalde, un hombre serio y poco amigo de fiestas. Uno se los vecinos, le había
contado que en el bosque había un extraño personaje con una conducta mas que
rara que rayaba la locura. No se si ese calificativo se puede aplicar a un ave,
y menos a un ser feliz, que solo por tener una conducta diferente, llama la
atención, pero esa palabra hizo que saltaran todas las alertas del pueblo. La
gente ni siquiera sabía que estaban hablando de un pájaro solo sabían que había
un loco en el pueblo. ¡Quien sabe que peligros les acechaban!, ¡Quien sabe si
ese ser les traería la ruina!, el clamor popular iba en aumento, eran cuatro
vecinas, cuatro urracas que solo querían malmeter, pero era suficiente para que
el alcalde decidiera actuar.
¡Semejante criatura en su
pueblo! Una de dos, o la tenía que prohibir o sacaría algún partido económico
de esa situación, pero estaba claro que no se podía mantener al margen.
El alcalde reunió sus tropas, y
a la mañana siguiente se encaminó al bosque, sabía donde buscar, bastaba con
seguir la senda que tras semanas de idas y venidas por el bosque, se había
abierto.
Cuando llegaron a la explanada y
pudieron ver toda esa gente danzando y cantando entre carcajadas, el alcalde
montó en cólera, eso era una bacanal en toda regla y en honor a la ley y a los
buenos modales él lo debía impedir. Mandó que rodearan al grupo y que les
apresaran a todos. Entre gritos y forcejeos todos los asistentes fueron
apresados, hasta el pobre pájaro locuelo que al haber conocido a tantas personas
buenas pensó que los guardias también lo eran y un poco llevado por la
sorpresa, un poco por su incapacidad de volar, se vio enjaulado en la plaza del
pueblo.
Tras el revuelo, las cosas
volvieron a la normalidad en la aldea, bailar en el bosque no era ningún
delito, por lo que los habitantes del pueblecito regresaron a sus casas sin
problemas, pero el pájaro se quedaría enjaulado, un bicho tan raro no podía
andar suelto, además sería un buen reclamo para que personas las aldeas
cercanas vengan a visitar el pueblecito propietario de semejante prodigio.
El alcalde lo tenía todo claro,
no consentiría rarezas en su municipio y ese bicho sería una buena fuente de
ingresos.
Los amigos del ave habían
protestado y se habían manifestado en contra de la decisión del alcalde, pero
quien escucha a una niña y a unos raritos que iban a bailar con un pájaro al
bosque. En el pueblo debía reinar la cordura y el alcalde haría que así fuese.
Pitu estaba muy triste,
intentaba estar cerca de su amigo Locuelo, pero no la dejaban que se quedase
con él y el pájaro cada día estaba mas triste. Ya no se oía ese cántico tan
bonito, por las mañanas solo había silencio. Un silencio atronador que solo
venía roto por el ruido de las máquinas que empezaban la faena diaria.
El ave nacida libre, no entendía
como había llegado a ese horrible lugar, asfalto y barrotes en vez de plantas y
naturaleza, eso le pasaba por haber confiado de esos seres a dos patas, que no
entienden nada de nada. La pena se fue apoderando del pájaro locuelo, ya no
quería comer, solo soñaba con esa libertad que había perdido.
Cada día alguien se ponía
delante de la jaula y le gritaba cosas horribles que le hacían sentir mal.
Nunca en su vida, se había planteado ser diferente, y además ¿diferente a que?,
él era feliz siendo como era, nunca había echado de menos volar, hasta ese
horrible día, en el que lo enjaularon. Esa no era vida para un pájaro cantor
como él y además, no la quería vivir.
Todo el entorno se estaba
contagiando de su pena, ese pájaro que un día llevó a la aldea tanta felicidad,
con su energía y ese canto tan contagioso, ahora estaba transmitiendo todo lo
contrario. No había ni un sonido, ni un gemido, pero ese silencio era
suficiente para saber que las cosas no iban bien.
Poco a poco las plantas del lugar
se iban secando, las cosechas no daban frutos y hasta el bosque, ese frondoso
bosque lleno de flores se había vuelto un erial. Los niños no aprendían, porque
solo pensaban en lo triste que estaría el pobre pájaro, y los adultos estaban
desganados todo el día y descuidaban demasiado a menudo sus tareas. La aldea ya
no era ese brillante lugar con gente hacendosa y feliz, solo era un pueblecito
mas, con personas tristes que sobrevivían como podían.
Pitu ya no podía mas, tenía que
hacer algo antes que su amigo el pájaro muriera de pena. Ya había intentado
rescatar a su amigo, pero la habían pillado y le había caído una buena
reprimenda, pero Pitu sabía que esa era la única solución. La primera en
acercarse al ave había sido ella, si no hubiese sido tan curiosa nunca habrían
descubierto a su amigo y no hubiese acabado entre rejas. La niña se atormentaba
con esa idea y cada día vigilaba y vigilaba la jaula, con la esperanza de
encontrar ese momento perfecto para llevar a cabo la fuga.
Una noche oscura, los guardias
se habían dormido, ese era el momento, entonces o nunca. La pequeña niña se
armó de valor y cortó las cuerdas que retenían al pájaro, el animal atónito ya
no entendía nada pero estaba demasiado débil y no era capaz de andar. La niña
no podía con ese inmenso pájaro, y por mas que tiraba de él, no conseguía que
se moviera.
De repente, cuando menos lo
esperaba, una mano la apartó, el corazón de Pitu dio un vuelco, la habían
vuelto a pillar, cuando recobró el aliento miró a la jaula, esos humanos,
amigos del pájaro Locuelo, que hasta entonces no habían tenido el valor de
hacer nada, se habían unido a la niña, entre todos llevaron al pobre pájaro
hasta el claro del bosque, le hicieron comer y poco a poco el animal fue
recobrando sus fuerzas.
Locuelo estaba hecho un lío,
¿los humanos eran buenos o malos?, esos humanos parecían ser buena gente, pero
y los otros, ¿ que les pasaba a los otros?, ¿Por qué se comportaban así?
Casi era de día y si las
personas no querían ser descubiertos debían volver a la aldea y a sus tareas,
estaba claro que, en cuanto descubriesen la jaula vacía todos esos defensores
de la “Vida normal” pondrían el grito en el cielo e intentarían volver a
capturar al pájaro Loquillo, pero sus amigos estaban firmemente decididos a
impedirlo.
Cuando Loquillo se quedó solo en
el bosque, se dirigió al antiguo roble, un anciano y sabio árbol, se podría
decir que era el árbol mas viejo del lugar, y le planteó todas esas preguntas
que le rondaban por la cabeza. El árbol con la sabiduría que dan los años,
escucho todas las quejas de Loquillo.
El Roble asentía con paciencia y
comprensión, cuando el pájaro por fin se callo, el roble meditó sus palabras y
le dijo:
“Querido amigo, el mundo está
lleno de seres de lo mas diferente, es el equilibrio cósmico, unos son buenos
otros malos, unos altos otros bajos, unos tienen plumas otros pelos. Amar este
mundo es aceptar esas diferencias, no siempre las entenderemos, pero debemos
respetarlas. La mayor parte de los seres vivos del mundo, aceptan que otro
pueda ser diferente, pero unos pocos, movidos por el miedo a lo desconocido, lo
rechazan. Rechazan todo lo que no entienden, esas personas son las mas pobres
del universo, su corazón carece de generosidad, y sus mentes son muy
chiquititas, no seas como ellos y no los rechaces a priori. Esas personas tan
cerradas solo nos deben dar pena, porque en sus vidas nunca sabrán lo que es
imaginación, alegría, amor, amistad o felicidad, solo tendrán un vano espejismo
de conceptos aprendidos, pero nunca se atreverán a experimentar la libertad que
da ser diferente.”
Locuelo era un pájaro muy joven
y, la verdad, no entendía muy bien esas palabras. El gran Roble era muy sabio y
si lo había dicho sería cierto, pero que podía hacer un pajaruelo como él con
ese consejo. ¿Se debía fiar, o no de los humanos?
Locuelo meditó y meditó, los
humanos seguían bajando a verle, pero no todos conseguían acercarse a Locuelo,
ese pájaro confiado y feliz, había aprendido el significado de la palabra
“Precaución”, pero por desgracia, también la palabra “Desconfianza” y eso le
tenía todavía mas confuso.
Locuelo había vuelto a su
bosque, había vuelto a cantar y a bailar, volvía a ser feliz y poco a poco, esa
energía había vuelto a toda la aldea.
El Alcalde y las cuatro Urracas,
muy a pesar suyo, tenían a todo el pueblo en contra, y habían decidido aceptar
que, desde que ese pajarraco se había marchado, todo iba mejor. Decirlo de esa
manera, era mas fácil que admitir que estaban equivocados, pero la verdad era
muy distinta.
Las gentes del pueblecito, y desde
luego nuestra amiga Pitu, siguieron contagiándose de esa feliz locura que venía
del bosque. Cada uno sacó sus propias conclusiones, pero lo que todos tenían
claro, era que la vida era mejor de esa manera.
Pasaron los años, Locuelo ya no
era un polluelo, no era ningún chaval, sus plumas ya no brillaban tanto, pero
su canto seguía siendo hermoso. Nunca llegó a entender “lo de los humanos”,
porque son tan diferentes unos de otros, pero lo que si sabía, es que había
gente buena y que esos seres buenos, estaban camuflados entre la multitud.
Locuelo se había vuelto un
pájaro mas sabio y mas cauteloso, pero lo que tenia claro, es que a él le
gustaba ser como era, y si las personas decían que era diferente, pues
entonces....
¡VIVA SER DIFERENTE!!!!!
Escrito por: Rosemary Cocchiglia (Octubre 2012)