Todo profesor, a lo largo de su vida
profesional, da cientos de horas de clases, tal vez miles. Es una transacción
comercial, en la que intentas hacer tu trabajo lo mejor posible, quieres que
tus alumnos aprendan, a la vez que lo pasan bien. Los alumnos esperan de todo
buen profesor, que les haga fácil el trance de aprender algo nuevo, sea lo que
sea tiene que ser fácil y divertido, esas son las reglas del juego.
Si esperas ganarte la vida con este oficio,
aceptas el reto y utilizas todos tus recursos para alcanzar a esos alumnos que,
en el mejor de los casos, están en tus clases dos o tres años y luego siguen su
camino.
Es ley de vida, un ciclo sin fin, en el que
vuelves a empezar una y otra vez, guardas la pena de la despedida, y recibes
con los brazos abiertos a ese nuevo alumno que empieza lleno de ganas.
Cuando empiezas a enseñar, todo es una
ilusión, es emocionante aprender como se dan las clases, investigas y aprendes
a tu vez. Le sigue una etapa de expansión, donde abres tu mente a todo lo que
te pueda hacer crecer, tanto a nivel personal, como en tu faceta de profesor.
Ver como logras tus objetivos es un orgullo, normalmente, ese momento
profesional, transcurre en tu etapa de juventud madura. La gente te ve bien tanto
física como profesionalmente y si eres una persona creativa, es un momento de
gran satisfacción personal.
Cada nuevo ciclo de alumnos es una nueva
oportunidad de aprender, un nuevo reto, pero pronto todo eso, se vuelve rutina.
Los alumnos parecen los mismos, solo un poco menos disciplinados y con menos
ganas, cosa que va quemando a ese profesor que aún necesita tener estímulos.
Entre los docentes académicos, esta etapa de
rutina y cansancio, puede acabar en un cambio de profesión, o lo mas probable,
en alguna que otra baja por depresión.
Los profesores de baile no tenemos esas
opciones, está claro que puedes dejar el mundo del baile y dedicarte a otra
cosa, esa opción siempre existe, pero quien ha bailado, sabe que esto es una
droga que se te mete en la piel y ya no te puedes librar. Muchos profesores de
baile, vienen de una vida profesional como bailarines, o por lo menos de
haberlo intentado, las clases casi siempre son un plan B, por lo que la
decisión de dejarlo, no es fácil, sería un segundo fracaso, por no hablar que
muchos, a estas alturas de sus vidas, piensan que no pueden hacer otra cosa.
Todo el mundo necesita estímulos para
levantarse de la cama cada día, los ciclos vitales se imponen y es imposible no
plantearse a quien pasar esa herencia, esos conocimientos que tanto te ha
costado aprender. En ese momento surge la figura del Maestro. Esa persona de
mediana edad que ha acumulado respeto profesional, experiencia y unos
conocimientos, que alguien debería querer aprender, como un tesoro que pasa generación
tras generación.
Yo nací en una época donde existían los
oficios, y estos se transmitían de padres a hijos, había la figura del
“Aprendiz”, ese jovencit@ ávido de aprender, que estaba junto al profesional
intentando recibir toda su sabiduría. Yo misma fui aprendiz junto a mi Maestra
Mercedes Quesada y luego, recibiendo todo lo que me podían dar los profesores y
maestros que tuve a lo largo de mi vida. Reconozco que tuve suerte al nacer en
una generación en la que todavía estaban activ@s muchas figuras del mundo del
Baile y pude aprender de ellos.
A lo largo de mi vida profesional, siempre he
sentido la necesidad de transmitir lo que se, a mis alumnos. Algunos profesores
son celosos de sus secretos, yo me siento feliz cuando veo a un alumno triunfar,
y que lo hace porque yo le he enseñado. Lo que ocurre es que para que exista un
“Maestro” tiene que haber un “Discípulo”.
Dicho así parece obvio, pero en la sociedad
que vivimos, es casi “Misión imposible”. Vivimos un “Mundo al revés”, donde lo
que antes se llamaba sabiduría, hoy se llama ser viejo y desfasado. Los jóvenes
piensan que todo lo han inventado ellos, se les educa para tener un “Ego” por
las nubes, donde ser agradecido, es un signo de debilidad y reconocer que
alguien les enseñó, es como decir que ellos no son validos, por lo tanto,
inaceptable.
En esta sociedad se valora la juventud por
encima de la sabiduría, si tienes mas de treinta y cinco años ya estás en
declive, cuando llegas a los cincuenta eres un “viejo al que se le está hiendo
la olla” y a partir de esa edad, la pregunta es ¿Cuando te jubilas?
¿ESTAMOS LOCOS????
De verdad que no lo puedo entender, no
entiendo esa presunción de algunos alumnos que borran de sus vidas y sus
memorias, a los Maestros que les enseñaron, y dicen que aprendieron solos. Esas
personas que se visten con las plumas del pavo, haciendo suyo lo que otros les
regalaron.
Como decía antes, yo me siento orgullosa
cuando uno de mis alumnos sale adelante. Me encanta ese momento en el que oyes
a un alumn@ tuyo dar clase y escuchas una de tus frases, o le ves enseñar ese
paso que tanto te costó que entendiera. Ese es un momento de gran satisfacción,
le has regalado lo que a ti te costó tanto aprender y ves que a pesar de las
luchas diarias, de las peleas y malos momentos, esa persona ha aprendido de ti
y a su vez lo está enseñando. En ese momento te sientes “un Maestro”. La misma
satisfacción se siente cuando uno de tus alumnos triunfa en el escenario o en
cualquier otro sector de la vida, porque en ese momento, sientes que un poco de
ti, sigue vivo en esa persona.
Esa es la evolución que todos los Maestros
desearíamos, pero, por desgracia, esta sociedad no educa para eso, mas bien
todo lo contrario. Se les enseña a repudiar al Maestro, ese alumno que te
debería hacer sentir que vives en él, se avergüenza de reconocer como y con
quien aprendió, te borra de su historia, y si puede, te pisotea por el camino.
Los jóvenes de esta generación necesitan
vivir en manadas, donde el mas fuerte triunfa y los ancianos son alejados como
si tuvieran la peste. Se sienten fuertes, solo rodeados por otros como ellos,
el corazón se lo guardan en un bolsillo y viven según los cánones actuales del
triunfador.
No se dan cuenta, que la vida es muy justa, y
el joven de hoy es el anciano de mañana, dicen que “el Carma pone las cosas en
su lugar”, no lo dudo, lo he visto en numerosas ocasiones, pero el Carma no
cicatriza las heridas de ese Maestro despreciado en la plenitud de su vida,
como si fuera un trapo viejo. Tal vez el alumno, al vivir lo mismo, aprenda
cual fue su error, pero eso no me vale, si me hiciera feliz estaría deseando
vengarme y no es lo que quiero. Es una pena que el hombre sea un “Animal” tan
tonto que aprenda siempre tarde. No se puede volver en el tiempo y recuperar
esos momentos perdidos, “todo lo que me quedó por aprender”.
Ser Maestro es un regalo que recibes de
alguien que amaba su profesión, y te hizo que la amaras, un legado que se
transmite, no se compra. Puedes pagar un millón de clases, pero si no hay
alguien que te quiera enseñar, pasas por ellas como llegaste.
Muchos bailarines llegan a un punto en el que
dicen “Estoy bloqueado, no consigo avanzar” se frustran y generalmente entran
en un bucle, del que pocos salen. Mi opinión es que todos los bailarines antes
o después, llegan a ese momento de “Ego” en el que piensan que sus Maestros ya
no les pueden enseñar. Que ellos saben mas y que lo que se les dice es una
perdida de tiempo. Ese momento, que parece no tener importancia, ha acabado con
la carrera de muchas personas que, imbuidas de esa supuesta “Sabiduría”, dejan
de aprender.
Los que habéis sido Maestros, me entenderéis,
ese es el momento mas frustrante de un profesional, ves como todos tus
esfuerzos no sirven para nada y cuanto mas intentas tirar de ese alumno mas te
desprecia, es triste pero no te queda mas remedio que dar un paso atrás y ver
como tu trabajo se va a la porra.
Ser Maestro es una vocación, es la mejor
profesión del mundo cuando das con ese alumno agradecido, pero también es la
mas frustrante, cuando ves tus esfuerzos diluirse en el “Ego” de ese alumno
presuntuoso. Tengo cincuenta y cinco años muchos alumnos a mi espalda, no
cambiaría mi trabajo por ningún otro, pero reconozco que hay momentos en los
que me pregunto si tanto esfuerzo merece la pena.
La respuesta, es la que supongo habrán dado
otros muchos maestros:
SOY MAESTRA, ES LO QUE SE HACER Y SI
SOLO UNO DE MIS ALUMN@S, HABRÁ APRENDIDO DE MI, HABRÁ MERECIDO LA PENA.
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