La felicidad se puede definir como algo efímero, unos breves momentos que pasan por tu vida y dejan huella. Todo el mundo habla de ser feliz, pero la felicidad no es un estado permanente, no es algo que perdura en el tiempo, lo que dura es nuestra percepción de los hechos y el deseo que se repitan.
Cuando el día a día te sumerge en
la rutina, llegas a adormecer ese deseo de felicidad como si fuesen palabras
vacías, como ese cuento que llevas oyendo desde pequeño pero que sabes que es
eso... solo un cuento. De repente algo sacude esa aparente calma, de repente
algo pasa por tu vida como un escalofrío que te recorre de cabeza a pies, te
revuelve por dentro y todos esos sentimientos que creías dormidos se despiertan
mas vivos que nunca.
Intentas cazar cada una de esas
sensaciones y mantenerlas vivas, pero antes de darte cuenta, ese momento pasó y
con él, lo que te hacía sentir vio. Dentro de ti queda el recuerdo de ese
momento perfecto, de esa mirada que te llenó o de esa palabra que estabas
deseando oír, pero es solo eso, un recuerdo. No se puede capturar la felicidad
ni amarrarla a tu lado, solo se puede recordar, pero en tu interior estás
deseando que se vuelva a producir. Como el yonki que necesita una nueva dosis,
vagas por tu rutina diaria con la cabeza perdida y lo único que puedes pensar
es ¿Cuando volverá a pasar?.
Harías cualquier cosa para que
ese momento se repitiera, pero la vida no es una moviola, no puedes vivir una y
otra vez los buenos y los malos momentos, manejándolos a tu antojo, solo puedes
esperar al siguiente momento que te haga feliz.
Esperas desesperado y nervioso
hasta que poco a poco te vuelves a adormecer en esa rutina llamada vida. Cada
día que pasa esperas y desesperas un poco mas y te dices a ti mismo: “Eres
un yonki, un adicto a la felicidad”.
Cada mañana vuelves a la rutina
diciéndote a ti mismo “Hoy va a ser diferente”, “Hoy va a pasar algo que haga
este día especial”. Cada día es especial, si abres bien los ojos y todos tus
sentidos, cada vida está llena de momentos singulares, pero lo que realmente
buscas, es ese gesto que te haga sentir bien.
La sensación es como cuando un
bailarín sube al escenario, sobre sus espaldas hay muchas horas de clases,
ensayos, frustraciones y miedos. Ha pasado por dolores y ha tenido que luchar
con su voz interior que le dice que abandone, que no lo va a lograr. Entonces
llega el día de subirse al escenario, se repite a si mismo “Me haría falta una
semana mas de ensayos”, siempre hace falta esa semana mas, pero la realidad es
que en segundos ese sueño que le impulsa en su vida, se hace realidad, en unos
segundos va a subir al escenario.
Las piernas tiemblan por dentro,
a la vez que quieres actuar ya. Da igual lo larga que sea la actuación, ese
momento mágico pasa en un suspiro. Un vórtice de sensaciones se agolpan en tu
interior y no hay tiempo para pensar, solo para que tu cuerpo evolucione según
lo aprendido, mientras tu alma se llena de energía.
Son momentos mágicos, cada
función es diferente, el público aplaude y casi ni les oyes, saludas, pero casi
siempre acabas preguntando si ha habido
aplausos, porque, en ese momento, estás tan desbordado de emociones que casi no
te das cuenta de lo que estás pasando.
Todo ha salido bien, pero es
inevitable que el bajón habitual aparezca, te asaltan mil ideas, seguro que me
he equivocado en esto o aquello, tal gesto estaba mal, ¡horror!!!! para una
función que sale y voy y “la cago”. Da igual lo que te digan, en tu cabeza ha
salido todo fatal, pero pasado ese momento, unos días después, lo que queda en
tu interior es ¿CUANDO VOY A VOLVER A ACTUAR?
Como un yonky que busca su dosis,
estás deseando volver a sentir esas sensaciones, da igual el miedo, los nervios
o el bajón, solo piensas en volver a sentir el calor de los focos y la energía
del público, volver a sentir la descarga de adrenalina y volver a vivir ese
momento de felicidad.
Es un momento efímero, que tal
vez no se vuelva a repetir, pero que se quedará en lo mas profundo de tu
corazón, igual que ese momento feliz de la vida, que anhelas una y otra vez. El
bailarín se vuelve adicto al baile, igual que cualquiera se volvería adicto a
una droga.
A la vez que te haces viejo,
debes asumir que esos instantes en el escenario ya no se van a volver a
producir, entonces descubres que la vida está llena de esos momentos, que si
eres capaz de darte cuenta y los retienes en tu corazón, te volverás a sentir
como cuando estaba en el escenario. La gente te puede dar esa misma energía y
si sabes rodearte de personas que te aporten, esos momentos felices, pasarán
por tu vida. Lo malo es que igual que en el escenario, no serás consciente de
lo que has vivido hasta que se haya marchado, hasta que todo se haya acabado.
Entonces y solo entonces, vendrán
a tu memoria todos esos segundos felices, ese gesto, esa palabra o ese
instante, sabes que solo son recuerdos pero unos bonitos recuerdos y quieres
mas.
La vida sigue adelante y tu tienes que seguir, en esos momento eres mas
consciente que nunca que “Eres un adicto a la Felicidad”
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